Suicidio, nunca!

No es posible abarcar, en este modesto artículo, o hasta incluso en un simple capitulo de un libro, el acto tan angustioso, grabe, sombrío e infeliz que es el suicidio, lo cual en mucho han elevado las estadísticas mundiales de los factores que resultan en muerte. ¿Qué podrá llevar a un hombre a cometer ese gesto de extremo desespero? He aquí la pregunta inquietante, que la mente humana formula en todos los continentes, delante de la incidencia de suicidios en millares y millares de hogares de todo el planeta, ya sean hogares humildes, ya sea en los de media condición, o en aquellos donde la riqueza impera. Apuntemos, en tesis, algunas de las principales motivaciones, a nuestro modesto modo de ver, que llevan al individuo a pensar y hasta incluso cometer este desesperado acto, sabiendo que otras innúmeras causas pueden ser presentadas a estas que ahora relacionamos. 1. Falta de fe; 2. orgullo exacerbado; 3. desespero y tedio; 4. desequilibrio nervioso; 5. desánimo con molestias consideradas incurables; 6. sugestiones de encarnados o desencarnados. La falta de fe: es sin duda el mayor responsable por la casi totalidad de los suicidios. Es justamente en la fe que encontramos el alimento que nos fortalece el alma, revigorizándonos para los embates naturales de la vida de cualquier ser humano, con perspectivas optimistas de alcanzar la victoria al final de la lucha. Es por la fe que nos proponemos a hacer lo que nos cabe ejecutar y esperamos con confianza en Dios, nuestro Padre, y en sus dignos emisarios, la resolución de la parte que no depende de nuestra voluntad. La fe es madre generosa de los que confían, que trabajan convencidos de que en el momento justo la ayuda de lo Alto les llegara; y aquel que tiene la fe eleva su pensamiento en una sincera oración, aspirando del fluido cósmico universal las sustancias balsámicas, calmantes, armoniosasâ?¦ que nos ayudan a aclarar el entendimiento y fortalecer el corazón. El Benefactor Emmanuel nos esclarece que â??cuando el dolor oscurece los horizontes del alma, substrayéndonos la serenidad y la alegría, todo parece oscuridad envolvente y derrota irremediable, induciéndonos al desanimo e insuflándonos al desespero; todavía si encendemos en el corazón la leve llama de la oración, hilos imponderables de confianza unen al ser a Dios. El orgullo exacerbado: no es otra cosa sino que la ausencia de la humildad, pues el humilde no se hace orgulloso; al contrario, humildad es el más poderoso antídoto para el orgullo y el egoísmo. El orgullo herido ha sido causa de desastres y dolores que castigan a sus portadores por siglos. El desespero y el tedio: que asolan gran parte de las criaturas humanas, las llevan a encontrarse sin ninguna perspectiva de mejora e, invadidas por el disgusto que las acecha, encuentran como solución para sus problemas, el fin de la vida que juzgan acabar también con los problemas que experimentan. Son innúmeros los mensajes dejados por los desesperados suicidas, con referencia al â??desencanto con la vidaâ?, sin que procurasen buscar ayuda para el fortalecimiento de la esperanza en días mejores. El desequilibrio nervioso: que podría haber sido combatido y hasta evitado en su inicio, si el individuo hubiese buscado los adecuados recursos que la moderna Medicina es capaz de proporcionar, muy probablemente habría restablecido su equilibrio emocional, y no habría llegado a las rayas de la locura para tal cometido. Desánimo con las molestias consideradas incurables: Las molestias incurables son también factores de grandes motivos de suicidio, pues muchos de los portadores de esas molestias no ven más motivos para continuar en las estadísticas de los vivos, no percibiendo que a Dios todo es perfectamente posible, y que muchas de las enfermedades que ayer mataban sin apelación, hoy son perfectamente controladas por la Medicina moderna, y con el pensamiento desarmonizado, esperando apenas el día de la muerte, tienen en la vida un fardo altamente pesado de que desean verse libres lo más breve posible, visualizando en el suicidio la única solución viable. El desanimo es una falta, esclareciéndonos los Espíritus Superiores, falta que es sin duda en la mayoría de los casos el inicio de todo; es el enemigo peligroso, contra el cual deberemos estar siempre alertas, visto que es altamente contagioso, instalándose casi que de manera imperceptible en el ser, que pasa de repente a no tener voluntad para las cosas más normales del día a día, perdiendo poco a poco el interés por la vida y no creyendo ni siquiera en los poderes del Padre Celestial. La Doctrina Espirita nos esclarece que â??fe inquebrantable solo es la que puede encarar frente a frente la razón en todas las épocas de la Humanidadâ?; pide a sus sinceros adeptos para soportar y vencer, resistir y superar los más serios obstáculos, hasta incluso los relacionados con una existencia dolorosa, bajo el aspecto moral o físico, pues los fértiles y afligidos problemas de nuestra estada en este planeta en cada encarnación, no pasa de un abrir y cerrar de ojos comparados con la eternidad que nos espera para vivir la verdadera felicidad, que no conquistaremos en nuestro estado de Espíritus imperfectos, pero, destinado al progreso y a la sublimación; nos afirma que quien tiene fe no deserta de la vida, pues sabe que los recursos divinos, de socorro a la Humanidad, son inagotables. ¡No conseguiremos jamás vaciar los manantiales sublimes e incalculables de la misericordia de Dios! Delante de los problemas causados por las molestias consideradas incurables, procura el enfermo, algunas veces, en el suicidio, la solución de su problema; infeliz engaño, pues a nadie es licito conocer hasta donde llega los recursos curadores de la Espiritualidad Superior, que es la representación de la soberana bondad divina, cayendo en desespero aun mayor, visto que mas allá de la dolencia de que no se curara por sí solo, aun tendrá que dar cuenta del vehículo físico que la misericordia divina le concedió para su crecimiento como Espíritu inmortal a camino de la angelitud. ¿Cuántas veces amigos de lo Mas Alto intervienen, prodigiosamente, cuando la Medicina, ya desistió por haber llegado al límite de su capacidad de acción, no encontrando recursos en los actuales conocimientos desarrollados por las pesquisas científicas? Sugestiones de encarnados y desencarnados: Hay otro tipo de suicidio, aquel que es resultado de la inducción, sutil u ostensiva, de terceros, encarnados o desencarnados, especial y más numerosa de los desencarnados, no siendo demás afirmar, por efecto de observación, que la casi totalidad de los auto-exterminios fue estimulada por entidades infelices, enemigos acérrimos del pasado, que uniéndose al campo mental de cuantos se idealizan, en momento infeliz, al suicidio, intensificándole, en la hora adecuada, la siniestra idea. Un gran numero de suicidas se dejaron envolver por las sugestiones de personas desequilibradas de los dos planos de la vida, y si ya tenían motivos personales para cometer ese acto lamentable, encuentran en esas sugestiones material suficiente y poderoso para cometer el suicidio. Personas hay que no saben sugerir cosas positivas, y solo conversan sobre asuntos negativos, desanimando, influenciando la debilidad de espíritu al desespero y a la desdicha. Precisamos entender que el ser humano tiene en la consciencia el gran y justo juez de sus actos, pues es por la razón que debe desembocar sus fundamentos materiales, morales, religiosos, utilizándose de esa eficaz herramienta para consolidar una fe raciocinada, que le indicara el mejor camino a seguir, incluso, delante de innúmeras sugestiones de los â??entendidosâ? que no dejaran de dar su opinión, aunque sin ser convidados a opinar. De otro lado de la vida, el suicida que tuvo la ilusión de ver sus problemas resueltos con la extinción del cuerpo físico, que creía ver cesar sus dolores y problemas, se depara con la inusitada situación de ver agravada su desgracia, con los mismos sufrimientos de los cuales se juzgaba libre, y sumergido en la tortura. La Doctrina Espirita nos presenta relatos de antiguos suicidas. Y obras especializadas, de origen mediúmnico, nos hablan de valles siniestros, donde se reúnen, en infelices y tenebrosas sociedades, los que sucumbieron en el auto-exterminio. En esas regiones, indescriptibles en el lenguaje humano, los cuadros son terribles, de desesperación, angustia, lamentación, soledad, tinieblas, pesadillas horrendas, con la sensación, por parte del infeliz, de que se encuentra, â??en un desierto, donde los gritos y gemidos tienen resonancias fúnebresâ?, el arrepentimiento del impensado acto cometido le trae la visión constante de las escenas de su suicidio; recuerdo aflictivo de los familiares del hogar distante, dolorosamente perdidos en la locura de su actitud, causando dolores y lagrimas en todos. Pasa entonces a tener nostalgias de la vida; de los entes queridos; de las cosas que poseía y que no supo valorizar, por haberle faltado un poco mas de fe y confianza en la ayuda de Dios, que tiene siempre en el momento adecuado, la solución, para enviar a su hijo muy amado, que debería creer en la hora más adecuada que el socorro llegaría. Los más variados efectos psicológicos y las más diversas repercusiones morales tornan la presencia del suicida, en el Mundo Espiritual, un autentico infierno, lo que experimenta, no se puede precisar por cuanto tiempo, pues todo dependerá de una serie de factores que no tenemos condiciones de enumerar, pero que son parte de la Ley de Amor y Justicia. Sufrirá inevitablemente los ataques de entidades crueles, con acusaciones y blasfemias, siendo una víctima de maltratos y de siniestros verdugos, que lo perseguirán en la larga noche de los que no tuvieron coraje para enfrentar el fardo que Dios les confió para su propio mejoramiento. Si fuese posible a nuestros ojos una breve y pálida visión de las escenas torturantes con que se deparan los suicidas, en el mundo Espiritual, con absoluta certeza afirmamos, que el hombre jamás admitiría la muerte por fuga de sus problemas en la vida de encarnado, y con eso disminuirían casi que totalmente las estadísticas sobre ese tipo de muerte. El Espiritismo, llamando la atención a los hombres para la realidad de la vida del suicida después de la muerte del cuerpo físico, presentando a todos los testimonios de los propios Espíritus que cometieron ese acto insano, nos enseñan que la vida es concesión de Dios y solo Ã?l puede darle termino en el debido tiempo. En el Libro de los Espíritus, parte cuarta, capítulo I, â??De las penas y goces terrestresâ?, encontramos numerosas preguntas formuladas por el Codificador y tan bien esclarecidas por los Espíritus Superiores sobre el suicidio. Convidamos al lector a leer y meditar sobre ellas. Que el bondadoso Maestro de Nazaret nos envuelva en sus bendiciones y que jamás busquemos en el suicidio la solución para cualquiera de nuestros problemas.

Nenhum comentário, seja o primeiro !

Deixe seu comentário