CaracterÍsticas esenciales de las revelaciones

Cuando el hombre primitivo surgió en la Tierra, este mundo ya existía desde hacia millones de años, como uno de los planetas del sistema solar. Los conocimiento científicos no tienen medios seguros para determinar, con precisión, la época exacta en que la vida humana pasó a ser parte de este mundo. Hipótesis fueron formuladas, ahora por el creacionismo unido a creencias religiosas, ahora por el evolucionismo espontaneo resultado de las leyes de la Naturaleza, doctrina filosófica que sustenta la mutabilidad de las especies, como afirman el darwinismo y el lamarckismo. Lo que se sabe, con seguridad, es que los vegetales y los animales, inclusive de especies ya desaparecidas, precedieron al hombre en la Tierra. Así, los orígenes del mundo, su naturaleza, finalidad y transformaciones son objeto de las tradiciones y de las creencias de las poblaciones y pueblos, antes y después de los periodos históricos y anteriores a las consideraciones científicas.

Las tradiciones más antiguas vienen de los pueblos orientales, especialmente de la India y de China, pero también de Mesopotamia y de Persia, de Egipto, de Grecia y del pueblo judío. En los escritos sagrados de esos pueblos hay revelaciones simbólicas sobre el origen del mundo y del hombre, que aún permanecen en los días actuales como creencias arraigadas. De todas esas antiguas ideas, sobre el problema de los orígenes, permanecerán concepciones opuestas: La primera, de naturaleza religiosa, que no admite contestaciones, se considera verdadera y definitiva; la segunda, que tiene carácter científico, basado en hipótesis aun no comprobadas por investigaciones que hayan llegado a conclusiones definitivas. Lo que ocurre al respecto de determinadas ideas es que la Humanidad, de forma general, aun no percibió su verdadera condición, constituida por individualidades espirituales atrasadas e imperfectas, que aun están lejos de conocer innúmeras realidades del mundo en que vivieron y, con más razón, del Universo infinito y eterno creado por Dios.

El problema de los orígenes es una de las cuestiones, entre muchas otras, que los habitantes de este mundo, de “expiaciones y pruebas”, aun no tienen condiciones de resolver satisfactoriamente, por el conocimiento de los hechos. De ahí la formulación de hipótesis, de carácter religioso o científico, que no resisten el análisis profundo, basados en la razón esclarecida y en la comodidad con realidades ya comprobadas. El nihilismo, el materialismo de múltiples caras, la incredulidad sistematizada son consecuencias, en muchos casos, del inconformismo de millones de seres humanos con las explicaciones tradicionales de las creencias religiosas y también científicas, que no corresponden a las realidades y a la verdad. Son errores y engaños, nacidos de la ignorancia humana, sobre asuntos que están más allá de la capacidad de entendimiento de los habitantes de este planeta, a generar equívocos de perniciosas consecuencias para innúmeras criaturas.

Entre tanto, si observamos, con el debido cuidado, los acontecimientos y las ideas surgidos en el curso de toda la historia humana, llegamos a la conclusión de que la Providencia Divina jamás dejo al hombre indefinidamente entregado a los propios errores y engaños, sin ninguna ayuda. Por el contrario, jamás falto a las colectividades, naciones, o civilizaciones la asistencia superior, a través de enviados especiales del Gobernador espiritual de la Tierra, encargados de esclarecer y ayudar en las colectividades en que renacieron, o en que actuaron, no para desviarlas completamente de sus convicciones y formas de vivir, sino para ayudarlas para la mejor comprensión de la vida y en busca de aspectos de la verdad, siempre dentro de los limites y posibilidades de las criaturas y sin perjuicio del libre albedrío con que fueron creados todos los Espíritus. Por eso, las revelaciones superiores, que están presentes en todas las épocas de la historia humana, no abarcan toda la verdad, pero se ajustan a la inteligencia y a las posibilidades de entendimiento de sus beneficiarios, ayudándolos para que no se aparten, cada vez más, de las realidades y del entendimiento de la vida.

Las revelaciones son, así, auxilios superiores a los que buscan evolucionar, seguir hacia adelante, pero que se encuentran en dificultades resultado de las ideas, convencimientos y creencias que adoptaran, las cuales no se ajustan a la verdad y a la vida. De esta forma, al mismo tiempo que esclarecen mejor las conciencias, con nuevas percepciones, no fuerzan a determinados límites de seres incapaces de dar grandes saltos evolutivos. Jesús, el Maestro Incomparable, sabía y sabe de las dificultades con que se deparan los seres espirituales que están más atrás, para seguir al frente, de acuerdo con la divina ley del progreso. Por eso utilizo métodos indirectos para transmitir sus enseñanzas, sirviéndose muchas veces de figuraciones, símbolos y especialmente de ejemplos, en muchas de sus lecciones inolvidable.

Podemos, así, mejor entender la advertencia del Maestro, cuando afirmo no haber venido al mundo para “destruir la ley, sino para darle cumplimiento”, añadiendo, en otra oportunidad, esa síntesis maravillosa de su misión excepcional: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. La revelación que vino a través de Moisés no es definitiva, ni representa toda la verdad. Atendió a una fase evolutiva de un pueblo que tuvo el merito de mostrar a la Humanidad la existencia de un Dios único, contraponiéndose a la creencia, generalizada y equivocada, en muchos dioses, que prevaleció por muchos milenios. Jesús, entre tanto, después de la Revelación Mosaica, reafirma la verdad de la existencia de un solo Dios, el Creador de todo el Universo, pero rectifica el entendimiento y las interpretaciones que las sucesivas generaciones judaicas, que dieron a otros enseñanzas recibidas de lo Alto. El Maestro Incomparable dejo claro que sus lecciones y ejemplos no abarcaban toda la Verdad, de vez que los hombres no habían alcanzado aun la plena capacidad de entendimiento de todas las realidades, especialmente en lo referente a la vida en otros planos espirituales, prometiendo, por eso, pedir al Padre el envío de otro Consolador, para estar en el mundo para siempre.

El cumplió su promesa, en la época y en la hora apropiadas, enviando la Doctrina Consoladora para quedar con la Humanidad y prepararle una nueva era de entendimiento y de progreso espiritual. Todos los fenómenos preparatorios ocurridos a partir de la primera mitad del siglo XIX, en los Estados Unidos (Hydesville) y en Europa (mesas girantes), seguida de las observaciones cuidadosas y seguras del misionario Allan Kardec, fueron acontecimientos destinados a traer a los hombres una Tercera Revelación, que complementa las anteriores. Los libros básicos de la Doctrina, escritos por el Codificador, bajo la orientación de los Espíritus superiores, al frente el Espíritu de Verdad, obras que posteriormente se desdoblaron en millares de otras, de autoría de diversas entidades espirituales y de los propios hombres, expresan, amplían y expanden la última Revelación, como previo el Espíritu de Verdad: Las grandes voces del Cielo resuenan como sonidos de trompetas, y los cánticos de los ángeles se unen. Nosotros os convidamos, a vosotros hombres, para el divino concierto. (…) (“Prefacio” de El Evangelio según el Espiritismo, Ed. FEB)

La nueva Revelación se destina especialmente a rectificar entendimientos distorsionados de las anteriores, recordando las enseñanzas del Cristo, traer conocimientos nuevos a los que aspiran progresar siempre, y descubrir la existencia de esferas o mundos espirituales, que están en continuos relacionamientos con el nuestro, habitados por seres espirituales de diferentes condiciones morales e intelectuales. Al rectificar las ideas nihilistas, materialistas y los desvíos espiritualistas, como la absorción del Espíritu en el todo universal, con el fin de su individualidad, el Consolador ya está preparando una Nueva Era, para la regeneración del mundo actual. El reconocimiento de esas regiones espirituales, que acogen toda la población de los que denominamos muertos, demuestra que, en la realidad, no existe la muerte del ser eterno, el Espíritu, sino solamente la desagregación de la parte material, el cuerpo físico, de que se utiliza el ser inmortal en sucesivas reencarnaciones.

Todas esas nociones, de gran interés para los habitantes como la Tierra, no son aceptadas por la gran parte de su población, hasta incluso por los científicos. Poco a poco, entre tanto, todos aquellos que buscan, sinceramente, la realidad, van convenciéndose de la verdad demostrada por los hechos, por las manifestaciones de los propios Espíritus y por el conocimiento de las leyes eternas, justas y perfectas del Creador, la causa primaria de todas las cosas. El Espiritismo, como una Nueva Revelación, tiene carácter científico, al tratar del espíritu como el otro elemento del Universo, al lado de la materia. En ese caso, sin duda, está contribuyendo para que la verdadera Ciencia no se omita al negar la existencia de la parte inmaterial del Universo. Comprendió Allan Kardec el posicionamiento materialista de las ciencias, al explicar que la pesquisa de las leyes naturales, en un mundo material, como el nuestro, solo podría iniciarse en el plano físico, ya que la realidad de la materia es la que impresiona, en primer lugar, nuestros sentidos físicos. Solamente con la ampliación de las percepciones, para más allá del plano material, se inician en las investigaciones de la realidad espiritual. Fue lo que ocurrió. Por eso el plano espiritual inicio la Nueva Revelación con la fenomenología espirita, llamando la atención para lo desconocido.

Cuanto a la tendencia de las ciencias y de los científicos para el materialismo, su modificación es una cuestión de tiempo. Siendo la Ciencia el conocimiento de la realidad de las cosas, la verdad en todos los sentidos, es evidente que la realidad de la vida espiritual presentada por el Espiritismo no puede quedar ignorada, indefinidamente, por los que la niegan. Si la totalidad de los cultivadores de las diversas ciencias no acepto la Doctrina Espirita en sus comienzos, en la actualidad la situación cambio mucho, aunque no totalmente. El buen sentido nos muestra que los científicos, por coherencia con sus conocimientos correctos, no podrán negar la realidad de los hechos y de las leyes que los rigen.

El hombre nunca estuvo solo en ninguna época de la Humanidad.

Juvanir Borges de Souza

Revista “Reformador” Enero 2008
Traducido por Jacob

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